El derrumbe de la industria textil de Argentina no para y el sector sólo espera que se produzca un gran cambio
En tres años -2015 y 2018-, la actividad de la industria textil de Argentina perdió más 10.000 empleos y cayó más que el promedio del sector fabril local. Pero en lo que va del 2019 la fuerte crisis –brutal caída del consumo- del país aceleró el cierre de plantas, en tanto que algunas también se mantienen en una muy escasa producción. Esto ha generado una enorme pérdida de puestos de trabajo, la mayoría de personal calificado que costó años formar.
La Federación de Industriales Textiles de la Argentina (FITA) describió la situación como de extrema gravedad y alertó sobre el riesgo de “relocalización” de industrias que, en muchos casos, eligen a Brasil como nuevo destino.
Por su parte Yeal Kim, presidente de la Fundación ProTejer, explicó que en los últimos 4 años “cayeron muchas empresas con la consecuente pérdida de empleo” y que “seguir trabajando es cada vez más difícil”. Señaló que hoy más que la importación el problema es la falta de demanda: “Hasta los importadores tienen problemas; nunca hubo una política clara para el sector”.
La capacidad ociosa de la industria textil de Argentina ronda el 70% y el nivel de actividad, según datos de la federación, viene cayendo “sostenidamente” desde hace 14 meses.
Se cree que desde relación con junio de 2016 la baja de la actividad es de 25%. Y si se miran los datos de empleos y se considera la totalidad de la cadena (textil, confección, indumentaria y cuero y calzado) se observa que entre el tercer trimestre de 2015 y el tercer trimestre de 2018 la pérdida de puestos trepa a 16,1% (se trata de 26.200 empleos menos).
Desde la Federación, la economista Denise Karagozlu uno de los graves problemas de la industria argentina es la pérdida de competitividad por los altos costos del transporte local, que hace que “traer un contenedor desde China a la Argentina sale más barato que mover uno desde la provincia de La Rioja a Buenos Aires”.
Ni siquiera la reciente devaluación del peso argentino no equiparó las condiciones porque los costos subieron porque el costo de los combustibles y los demás están ‘dolarizados’.
La crisis generada por la caída del consumo se vio agravada por la apertura indiscriminada de las importaciones que aprovecharon un dólar bajo, creando una situación terminal al sector”. Por otra parte, el costo de exportación de un container es un 15% más alto, en promedio, que los costos que hay en el mundo. Y son casi el doble de los que se pagan en Chile, por citar un caso cercano.
El empresario textil Luciano Galfione dejó en claro que el sector textil de Argentina está “tecnificado” y que “en su gran mayoría es de clase mundial, con maquinarias de vanguardia”. Señala que las empresas son “extremadamente” eficientes y productivas puertas adentro y que el problema está afuera”, es decir, en las condiciones que se generaron en el país.
Galfione apunta a las cargas impositivas, los costos energéticos, de servicios y logísticos. “La cuestión es la no competitividad sistémica y eso se ve cuando una prenda hecha en China se vende en la Argentina cuatro veces más cara que en Milán. Eso deja en claro que el problema está en otro lado y no en las fábricas”.
Según el Reporte de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, la Argentina está en el puesto 57 entre 140 países. En el componente “entorno macroeconómico” el país está 136º. Actualmente la situación empeoró dado que el acceso de las empresas al financiamiento actualmente no existe, debido a que la política oficial ha llevado las tasas más del 80%.
Pese al manifiesto desinterés por la industria de la actual administración los industriales y un sinnúmero de obstáculos que generó, la industria textil argentinas siguió invirtiendo. En 2018 éstas alcanzaron los US$131,6 millones. La mayor parte se destina a máquinas de “terminación”, seguidas por las de “tejeduría”. Según Kim “en 15 años destinamos unos US$3 .000 millones a inversiones”.
Entre 2014 y 2018 las importaciones del sector (excluyendo fibras) pasaron de 195.000 toneladas a 242.000 toneladas.
Cientos de empresas PYMEs y muchas grandes cerraron y varias están con procedimientos preventivos de crisis abiertos. “La Argentina es un país algodonero y es lógico y coherente que tenga una industria textil que agregue valor a la materia prima -dice Karagozlu-. Estamos transitando exactamente el camino contrario”.
Los directivos de la FITA recordaron que le acercaron propuestas al Gobierno, pero casi ninguna fue tenida en cuenta. Entre las iniciativas que impulsó la federación figuran el empuje de la demanda para dinamizar toda la cadena (con programas de consumo y compras públicas); la rebaja del costo energético; un financiamiento de capital de trabajo; el impulso a las exportaciones (con aumento de reintegros y baja de derechos de exportación) y la aplicación de un artículo del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) que habilita a los países en desarrollo a adoptar medidas temporales, para crear las condiciones que permitan un proceso de transformación de un sector.
Las expectativas del sector textil, del mismo modo que en el sector de las confecciones y moda es que se recupere el mercado interno y se genere una nueva política exportadora. Las posibilidades están abiertas –aseguran- sólo si en las próximas elecciones presidenciales triunfa un movimiento que aplique un cambio radical al modelo económico vigente.